lunes, 30 de junio de 2014

BUSCAR LA PAZ Y NO LA GUERRA

"Los tontos fácilmente se enojan; los sabios perdonan la ofensa." Proverbios 12:16

Hoy quiero compartirles algo que aprendí del ministerio "peacemaker" (pacificadores), quienes se dedican a ayudar a las personas enseñándoles como lidiar con los conflictos interpersonales. La manera en que ellos presentan las opciones de acción es para mi muy útil y espero que para ustedes también.

Los conflictos pueden hacer que la vida sea muy incómoda. A menudo nos encuentran con la guardia baja y nos llevan a decir o hacer cosas que luego lamentamos. Cuando alguien nos ofende, podemos reaccionar sin pensar. 

El ministerio peacemaker nos dice que las personas tienen tres tipos de respuestas ante el conflicto:
1.- Respuestas de escape: Cuando se está más interesado en evitar o alejarse de un conflicto que en resolverlo.

A.- Negación: Una forma de escapar del conflicto es hacer de cuenta que un problema no existe.  Estas repuestas traen sólo alivio temporal y normalmente empeoran las cosas (ver 1 Samuel 2:22–25).

B.- Huida: Otra forma de escapar del conflicto es huir. La huida puede ser legítima en circunstancias extremas (ver 1 Samuel 19:9,10), pero en la mayoría de los casos sólo posterga una solución adecuada del problema.

C.- Suicidio: Cuando las personas pierden toda esperanza de resolver un conflicto, pueden buscar escapar de la situación intentando quitarse su propia vida (ver 1 Samuel 31:4). El suicidio nunca es la forma correcta de tratar un conflicto. 

2.- Respuestas de ataque: Cuando se está más interesado en ganar un conflicto que en preservar una relación.

A.- Agresión: Algunas personas tratan de vencer a un oponente usando diversas formas de fuerza o intimidación, como ataques verbales (incluyendo el chisme o la calumnia), violencia física o esfuerzos para dañar a una persona financieramente o profesionalmente (ver Hechos 6:8–15). Esta conducta siempre empeora los conflictos.

B.-Litigio: Si bien algunos conflictos pueden ser llevados legítimamente ante un juez civil (ver Hechos 24:1–26:32; Romanos 13:1–5), las demandas generalmente dañan las relaciones, reducen nuestro testimonio cristiano y a menudo no logran una justicia completa. (1 Corintios 6:1–8; Mateo 5:25,26).

C.- Asesinato: En casos extremos, las personas pueden estar tan desesperadas por ganar una disputa que intentarán matar a quienes se les oponen (ver Hechos 7:54–58). Si bien la mayoría de las personas difícilmente lleguen a matar a alguien, nunca debemos olvidar que podemos ser culpables de asesinato a los ojos de Dios cuando albergamos ira o desprecio en nuestro corazón hacia otros (ver 1 Juan 3:15; Mateo 5:21,22).

3.- Respuestas de paz: Hay tres formas bíblicas de resolver los conflictos personalmente y privadamente, sólo entre usted y la otra parte.

A.- Pasar por alto una ofensa: Muchas disputas son tan insignificantes que deben ser resueltas pasando por alto silenciosamente una ofensa. (Proverbios 19:11). Pasar por alto una ofensa es una forma de perdón e involucra una decisión deliberada de no hablar de ella, pensar en ella o dejar que se transforme en amargura o ira contenidas.

B.- Reconciliación : Si una ofensa es demasiado seria como para pasarla por alto o ha dañado nuestra relación, tenemos que resolver temas personales o relacionales a través de la confesión, la corrección amorosa y el perdón. (Colosenses 3:13).

C.- Negociación: Aun cuando resolvamos exitosamente temas vinculados a la relación entre las partes, tal vez necesitemos todavía solucionar temas materiales relacionados con dinero, propiedad u otros derechos. Esto debería hacerse a través de un proceso de negociación cooperativa en el que usted y la otra persona buscan llegar a un acuerdo que satisfaga las necesidades legítimas de cada lado.  (Filipenses 2:4).

Amados, mi deseo es que Dios nos ayude a ser pacificadores en un mundo donde el conflicto es parte de nuestra vida.





martes, 3 de junio de 2014

OJO POR OJO

"Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás." Mateo 7:2

Juzgar es: "Deliberar, quien tiene autoridad para ello, acerca de la culpabilidad de alguno, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar su condena."
 
Muchas veces nos resulta bien fácil criticar y juzgar a los demás sin ponernos a pensar que con esto ofendemos a Dios, pues Él nos ha mandado a que no juzguemos a nadie. Lo peor es que lo hacemos sin darnos cuenta que muchas veces nosotros estamos actuando peor que a quienes juzgamos.

Una razón básica para no juzgar a los demás es porque somos tan pecadores, tan malos y tan dignos de condenación como ellos. Es como si juzgar a otros fuera dos veces malo. En primer lugar, porque juzgar a otros es tomar atribuciones divinas. En segundo, porque hacemos exactamente lo mismo nosotros. Y esto es literalmente así. 

Hay una ley de la psicología que menciona el Dr. Arthur R. Bietz en una serie de artículos titulada "Abordemos la vida de forma integral." Esa ley dice que solo notamos en los demás las faltas que nosotros mismos tenemos. Los que nos parecen intachables cometen otras faltas, tienen otros vicios y son culpables de otros pecados diferentes de los nuestros. Los que nos parecen odiosos por sus defectos lo son, sencillamente, porque tienen los mismos defectos que nosotros. Si no fuera así, no habríamos notado sus faltas.

El cristiano humilde sabe perfectamente cuan limitados son su juicio, su conocimiento, su capacidad y su visión. Solo puede ver un aspecto mínimo de las razones, motivos, y actos de su hermano. No puede tener todo el conocimiento que se debe tener para pronunciar un juicio justo, porque eso solo Dios puede tenerlo. Por eso, el cristiano es humilde y nunca juzgará a nadie.

"Pero tú, Dios todopoderoso, eres un juez justo; tú conoces todo lo que sentimos y todo lo que pensamos..." Jeremías 11:20

Amados, Jesús no prohíbe la exhortación con amor, la corrección humilde que puede ayudar al pecador a evitar el error, más bien Dios quiere que seamos luz en este mundo. Lo que Jesús reprocha  es el juicio sin misericordia y sin amor. El Señor reprueba el espíritu de censura, el juicio que sentencia y destruye en vez de animar a cambiar. No somo nosotros quienes tenemos la autoridad para condenar a nadie, asi que dejemos eso a Dios y dediquémonos a extender su Reino en amor.