OJO
POR OJO
"Si
son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con
ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás." Mateo 7:2
Juzgar
es: "Deliberar, quien tiene autoridad para ello, acerca de la culpabilidad
de alguno, o de la razón que le asiste en un asunto, y sentenciar su
condena."
Muchas
veces nos resulta bien fácil criticar y juzgar a los demás sin ponernos a
pensar que con esto ofendemos a Dios, pues Él nos ha mandado a que no juzguemos
a nadie. Lo peor es que lo hacemos sin darnos cuenta que muchas veces nosotros
estamos actuando peor que a quienes juzgamos.
Una
razón básica para no juzgar a los demás es porque somos tan pecadores, tan
malos y tan dignos de condenación como ellos. Es como si juzgar a otros fuera
dos veces malo. En primer lugar, porque juzgar a otros es tomar atribuciones
divinas. En segundo, porque hacemos exactamente lo mismo nosotros. Y esto es
literalmente así.
Hay
una ley de la psicología que menciona el Dr. Arthur R. Bietz en una serie de
artículos titulada "Abordemos la vida de forma integral." Esa ley
dice que solo notamos en los demás las faltas que nosotros mismos tenemos. Los
que nos parecen intachables cometen otras faltas, tienen otros vicios y son
culpables de otros pecados diferentes de los nuestros. Los que nos parecen
odiosos por sus defectos lo son, sencillamente, porque tienen los mismos
defectos que nosotros. Si no fuera así, no habríamos notado sus faltas.
El
cristiano humilde sabe perfectamente cuan limitados son su juicio, su
conocimiento, su capacidad y su visión. Solo puede ver un aspecto mínimo de las
razones, motivos, y actos de su hermano. No puede tener todo el conocimiento
que se debe tener para pronunciar un juicio justo, porque eso solo Dios puede
tenerlo. Por eso, el cristiano es humilde y nunca juzgará a nadie.
"Pero
tú, Dios todopoderoso, eres un juez justo; tú conoces todo lo que sentimos y
todo lo que pensamos..." Jeremías 11:20
Amados,
Jesús no prohíbe la exhortación con amor,
la corrección humilde que puede ayudar al pecador a evitar
el error, más bien Dios quiere que seamos luz en este mundo. Lo que
Jesús reprocha es el juicio sin misericordia y sin amor. El Señor
reprueba el espíritu de censura, el juicio que sentencia y destruye en vez de
animar a cambiar. No somo nosotros quienes tenemos la autoridad para condenar a
nadie, asi que dejemos eso a Dios y dediquémonos a extender su Reino en amor.
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