viernes, 9 de marzo de 2018

UNA VERDADERA VISIÓN CRISTIANA DE LA VIDA

No se si usted como yo ha pasado tiempo pensando en el propósito de la vida. Recientemente cumplí 40 años! Y si, ahora se que la famosa crisis de la media vida es real. He atravesado una crisis de fe, donde mis creencias y emociones entraron en conflicto. Como nunca empece a dudar y a preguntarme si he caminado por la senda correcta que lleva a la felicidad. Comencé a tratar de definir la felicidad desde mis emociones y necesidades. Les digo, fueron días DUROS Y TRISTES. Pero en mi transitar por el valle de sombras, Dios siempre estuvo conmigo de la mano. Me di cuenta que si e permito a Dios dominar mis pensamientos, todo lo demás en mi andar diario será exitoso. Hoy doy gracias a Dios por su paciencia y misericordia para con este pecador regenerado por su amor.

Uno de esos días oscuros me encontraba leyendo un edificante libro de uno de los autores cristianos que más respeto, John Macarthur. Con la Biblia en la mano, el libro confronta la falsa visión del mundo que domina a nuestra sociedad posmoderna. Fue allí cuando el Espíritu de Dios me reto a retomar los medios para compartir su verdad y proclamar EL CAMINO. Y es que mi crisis, no es solo mía. Existe una necesidad mundial de pensar conforme a la Biblia y reconocer que sólo siguiendo la instrucción de Dios podremos ser exitosos. Permitanme hacer eco de algunos pensamientos que impactan mi pensar: 
 
Sencillamente se trata de reconocer que una verdadera visión cristiana del mundo comienza con la convicción de que Dios se ha revelado por medio de las Escrituras y en ellas encontramos EL CAMINO A SEGUIR. Lo que pensamos determina lo que somos. Por eso es que la Biblia nos dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2a). En un mundo donde diversas voces compiten por nuestra atención, debemos aprender a “Pensar conforme a la Biblia”, de modo que podamos distinguir lo bueno de lo malo. Dios es el creador del mundo. Su voz, su Palabra, debe guiar nuestros pensamientos y nuestra vida. Estamos seguros de que la Biblia es la Palabra de Dios inerrante y autoritativa. Por lo tanto, en ella encontramos la regla a la cual tenemos que someter toda nuestra verdad. A menos que este axioma domine nuestra perspectiva sobre todos los aspectos de la vida, no podremos, legítimamente, adoptar una visión cristiana del mundo.

Cuando tenemos una visión correcta de Dios y su Palabra, ésta se convierte en el fundamento de lo que creemos y de como vivimos. Su verdad debe gobernar todo nuestro ser y hacer. Debe enmarcar nuestra perspectiva global de la vida. Lamentablemente muchos cristianos por estos días parecen suponer que la Biblia no es ni lo suficientemente moderna, ni lo suficientemente sofisticada para preparar a las personas a vivir en el siglo veintiuno. En muchos centros cristianos e iglesias, la Escrituras están siendo desechadas y reemplazadas por filosofías "nuevas", teorías científicas, comportamientos experimentales, técnicas de consejería, correcciones políticas y otras novedades similares modernas. Por eso es que existe tanto aumento de pecado, nuestra rebeldía nos ha llevado a descartar a Dios.

Es necesario recordar que el propósito de meditar en los mandamientos de Dios es: “para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito”. El propósito no es solo el conocimiento sino la obediencia. Aquí la promesa es que la meditación finalmente producirá un cambio de actitud porque nuestro corazón estará saturado de la Palabra de Dios. David pide en el Salmo 19:14: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío”. Él está pidiendo: “Oh Jehová, gobierna y guarda la meditación de mi corazón”. ¿Por qué? Porque eso es lo que se va a ver en mi comportamiento.

Mientras la Biblia lo moldea como cristiano, ella trae bendición. Promete que si medita en la Palabra, habla de la Palabra y vive la Palabra, su camino será prosperado y tendrá éxito. Ese es el verdadero “evangelio de la prosperidad”, no el falso mensaje de que Dios quiere que todos se vuelvan ricos rápidamente. Dios no promete prosperarlo solo porque usted desea cosas. Dios promete bendecir su vida espiritual y sus esfuerzos espirituales con éxito mediante la profunda comprensión y aplicación de las Escrituras. 

Les invito a retomar EL CAMINO DE DIOS, sólo hay una vía la Padre y está es Jesús. 

Les animo a estar pendiente del lanzamiento del Podcast: ONE WAY. Estaremos conectados por Facebook (Nathan Eli Velasquez), por twitter (@nathaneli), por instagram (nathaneli_oneway)


*Algunas ideas fueron extraídas del libro, “Piense conforme a la Biblia” escrito por el Pastor John MacArthur y otros eruditos y maestros de “The Master's College”.  Publicado por Editorial Portavoz.

lunes, 21 de septiembre de 2015

¿Por qué es el hombre un ser ético?

A diferencia de los brutos animales, el ser humano está dotado por Dios de una mente capaz de razonar y de un albedrío responsable. El animal nace ya hecho, sigue en su conducta las reyes de la herencia y se adapta por instinto a las situaciones, mientras que el ser humano se va haciendo progresivamente, escogiendo continuamente su futuro de entre un manojo de posibilidades, a golpes de deliberación sobre los valores de los bienes a conseguir, que le sirven de motivación para obrar y le empujan a una decisión en cada momento de la existencia.
Por estar dotado de una mente capaz de razonar y abstraer, el hombre puede prefijarse un fin determinado y tratar de hallar los medios necesarios para conseguido. En la vida humana hay siempre una meta y una andadura. Pero el hombre no es un ser autónomo, puesto que es un ser creado y, por tanto, es limitado y relativo. Nada hay absoluto en el hombre. No teniendo dentro de sí mismo la fuente de su propia perfección y felicidad, depende existencialmente del Creador que le ha señalado la meta y el camino. De Dios fe ha de venir, por tanto, toda la normativa para su comportamiento ético. Así no es extraño que toda la trama de la Revelación Especial, supuesta la "caída" existencial del ser humano por la corrupción original del pecado, comporte junto al concepto primordial de "salvación" (liberación de Egipto), una constante andadura, un "éxodo" de peregrinaje por fa vida, en dirección a una futura y definitiva "Tierra Prometida". Lugares clave, entre otros muchos, son Juan 14:2-6, Col. 2:6-7 y Heb. 11: 13-16.

¿Existe para el hombre una Ética meramente Natural?

Ya de entrada, en esta primera Lección, podemos anticipar que la idea de una Ética Natural o Filosofía Moral, capaz de regir fa conducta del ser humano concreto, caído por el pecado, es una utopía heterodoxa, puesto que no está de acuerdo con la experiencia histórica ni con la Palabra de Dios. Después de la caída original, el ser humano está inclinado al mal (es radicalmente egocéntrico) y se siente incapacitado para cumplir la Ley de Dios, tendiendo siempre a rebelarse contra ella (cf. Rom. 1: 18; 8:7; 1.a Cor. 2: 14). Esta incapacidad del ser humano caído en el pecado, respecto al bien obrar, quedó bien descrita, con palabras de Agustín de Hipona, en el Concilio 11° de Orange, habido el año 529, canon 22: "De lo que es propio del hombre. Nadie tiene de suyo otra cosa que mentira y pecado. Y si el hombre posee algo de la verdad y de la justicia, le viene de aquella fuente, a la que debemos dirigir nuestra sed en este desierto, a fin de que, como refrigerados por algunas gotas, no desfallezcamos en el camino."

Sólo existe una Ética válida, la cristiana

A la luz del Nuevo Testamento, Cristo está en el centro de la Historia de la Salvación para toda la humanidad, par-tiendo en dos la Historia (antes y después de Cristo) y la Geografía (a la derecha o a la izquierda de Cristo); de tal forma que el destino definitivo de todo ser humano (su eterna salvación o perdición) depende sola y necesariamente de la siguiente alternativa: CREER O NO CREER, es decir, aceptar o rechazar a Cristo, como único Salvador necesario y suficiente. Toda la conducta, todo el comportamiento ético del ser humano, está ya tipificada como fruto de una de esas dos raíces: fe o incredulidad. Lugares clave son Jn. 3: 14-21; Rom. 3:19-31; 2.8 Cor. 5:14-21.

De ahí que la única normativa válida para el ser humano caído no es la que emerge de su propia condición natural (lo que está de acuerdo con la naturaleza humana), sino que le viene de fuera (en este sentido es "sobrenatural"). La genuina ética humana, la única normativa capaz de llevarle a puerto seguro, le viene de la acción del Espíritu de Dios; es fruto de un "nuevo nacimiento", de la regeneración espiritual realizada por el Espíritu Santo (de ordinario, mediante el oír la Palabra de Dios) y de la constante docilidad a los impulsos del mismo Espíritu (cf. Jn. 3:3,5; Rom. 8:14; 12:1-2; Gál. 5:22-23; 1.8 Pedro 1:22-23).


La Ética cristiana está afincada en la vida eterna, en la vida divina; tanto que la vida del cristiano es "participación de la naturaleza divina" (2 Pedro 1:4), es decir, de la conducta moral de Dios. De este concepto ético que comporta la participación de la naturaleza divina, arranca toda la temática moral de la Biblia, desde el primer "seréis santos, porque Yo soy santo" de Lev. 11:44, hasta el "todo aquel que tiene esta esperanza en él (Jesucristo), se purifica a sí mismo, así como él es puro. Así es como el Evangelio es verdaderamente doctrina de vida, y la fe es entrega total para recibir la vida y recibida en plenitud. Toda la Revelación está orientada hacia la Acción. Por eso, vemos cómo S. Pablo, en todas sus epístolas, detrás de la parte expositiva, siempre exhorta a la aplicación práctica de las enseñanzas expuestas.

martes, 11 de agosto de 2015


¿A QUÉ DIOS ADORAS?

El concepto que uno tenga de Dios es lo que le da forma al culto que rinde. Suponte que alguien te pide que describas cómo es Dios. ¿Por dónde empezarías? Hay quienes ven a Dios con canas y barba larga, como un anciano sentado sobre un trono. Otros se imaginan que Dios es un diligenciero cósmico que está obligado a cumplirles todos sus antojos. Otros más lo miran como un policía celestial, inclinándose sobre el balcón del cielo, listo para regañar a cualquiera que se atreva a buscar su propio placer.
Es porque la manera en que uno ve a Dios inevitablemente afecta la manera en que le ha de rendir culto, que es tan importante verlo tal y como es, y no como se le pudiera imaginar. De modo que quienes aprenden más de los atributos de Dios, y de sus hechos, tendrán un poderoso estímulo para su culto.

1- Los atributos de Dios:

Considera la magnitud y la maravilla de los atributos de Dios, tal como se revelan en las Escrituras. Los Salmos en particular están llenos de referencias a las cualidades de Dios. Es porque entiende el salmista los atributos divinos que le puede elevar su alabanza. Por ej, el Sal. 100, tan familiar, nos invita a entrar a los atrios de Jehová con acción de gracias y alabanzas. ¿Por qué? ‘Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones’. Los atributos de bondad, misericordia y fidelidad motivan a rendir culto.

Imagínate que alguien te entregara un papel en blanco. ¿Podrías hacer una lista de 10 o 15 atributos adicionales del Trino

Dios? ¿Por qué no lo intentas ahora?

La Biblia es una mina de información sobre el carácter de Dios. El Dios del uni-verso, infinito y lleno de majestad, quiso revelar su carácter a los seres humanos finitos. Él, y sólo él, hace posible que lo conozcamos y entendamos. Pero nuestro entendimiento no es con el fin de acumular datos cognitivos en el banco de la memoria. Dios nos ha revelado quién es, de modo que le obedezcamos y le rindamos la alabanza de la que sólo él es tan supremamente digno.

2- Los actos de Dios:

La revelación que Dios hace de sí mismo a través de sus actos en la historia también es una base para nuestro culto. El A.T. está lleno de los grandes actos de Dios. El hecho redimir Dios a Israel de Egipto movió a Moisés a escribir un himno de alabanza (Éxodo 15:1-18). Moisés escribió otro canto de adoración hacia el fin de su vida (ver Dt 31:30 a 32:43). Se trata de un relato lleno de preces por los actos portentosos de Dios a favor de Israel. Del mismo modo, Débora y Barac rememoraron los actos justos de Dios (Jue 5:1-11). Los Salmos es un libro repleto de remembranzas de alabanza a Dios por sus actos en la creación, por sostener al mundo y librar a su pueblo de esclavitud.

Quizás encuentres de ayuda intentar un experimento en tu devoción personal esta semana. Lee un pasaje de la Biblia. Luego vuélvelo a leer con papel y lápiz a la mano. Busca referencias a los atributos y a los hechos del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo. ¿Qué te enseña el pasaje acerca de quién es el Dios Trino y lo que él ha hecho? Escribe en sendas columnas la lista de estos atributos y actos. Luego usa la lista para tener un tiempo de oración, en el que expre-ses tu gratitud a Dios por cada cosa escrita en la hoja. Esto puede ser un buen ejercicio para amplíar tu comprensión de Dios y profundizar tu experiencia de culto. ¡Inténtalo!


martes, 21 de julio de 2015

EL PODER DE LA TENTACIÓN

1. El poder de la tentación para entenebrecer la mente. El juicio del hombre es afectado por la influencia de la bebida (Os. 4: 11). En la misma forma, la tentación también tiene el poder para entorpecer el juicio del hombre. El dios de este siglo ciega las mentes de aquellos que no creen en el Evangelio, para que no vean la gloria de Cristo (II Cor. 4:4) En una manera semejante, cada tentación disminuye la claridad del entendimiento y del juicio del hombre. La tentación ejerce este poder en una variedad de maneras, pero solo consideraremos tres de las más comunes:

a. La tentación puede dominar la imaginación y los pensamientos de tal manera que uno puede pensar en ninguna otra cosa. Cuando un hombre es tentado, hay muchas consideraciones que le traerían alivio, pero la tentación es tan fuerte que domina su mente y su imaginación. Es incapacitado para concentrarse en las cosas que le ayudarían. Es como un hombre que es dominado por un problema. Hay muchas formas para solucionar el problema, pero él está tan preocupado con el problema mismo que queda ciego ante cualquier posible solución.

b. La tentación puede usar los deseos y las emociones para entorpecer la mente e impedir que piense con claridad. Cuando una persona permite que sus deseos o sus emociones controlen su pensamiento, entonces dejará de pensar con claridad. A menudo, la tentación cautivará los deseos y las emociones de tal manera que la persona ya no tiene control completo de su razonamiento. Antes de que entre en la tentación particular, puede ver con claridad que cierto curso de acción está equivocado. Sin embargo, cuando la tentación ha obrado sobre sus deseos y emociones, ya no podrá pensar con claridad. Muy pronto estará pensando en cómo justificar o excusar sus acciones pecaminosas.

c. La tentación provocará los deseos malos del corazón del hombre de tal manera que estos deseos controlarán la mente.

El deseo pecaminoso .es como un fuego, y la tentación es el combustible que lo hace arder y salir fuera de control. Frecuentemente, la razón del hombre le persuadirá a poner un freno sobre sus deseos pecaminosos recordándole de las consecuencias de lo que desea hacer. Si el fuego de la tentación obra sobre el deseo pecaminoso, entonces la razón ya no tendrá el poder para detenerlo. Nadie sabe la violencia y el poder de un deseo pecaminoso hasta que se encuentre con una tentación especialmente adecuada para este deseo. Aún los mejores de los hombres pueden ser sorprendidos y abrumados por el poder de un deseo pecaminoso cuando se encuentran con una tentación idónea. Piense en que tan pronto el temor de Pedro le arrastró para negar a su Señor. ¿Acaso se atreverá a considerarse como fuerte cuando tiene un enemigo tan poderoso?

2. El poder de la tentación en una comunidad. En Apo.3:10, el Señor habla de "la hora de prueba" que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que moran sobre la tierra. Esta "hora de prueba" vino para probar a los descuidados creyentes profesantes de aquel tiempo. Satanás vino como un león para desviarlos de la verdad. Vamos a pensar acerca de tres aspectos de esta clase de prueba:

a. Esta clase de prueba es un juicio de Dios en el cual Dios tiene dos propósitos. El primero es para castigar al mundo que ha menospreciado su Evangelio. El segundo es para juzgar a aquellos que falsamente dicen ser creyentes. Esto significa que la prueba tiene un poder especial para cumplir el propósito de Dios. La Biblia habla de personas "que no recibieron el amor a la verdad para ser salvos", personas que no creyeron a la verdad sino que se complacieron en la injusticia. A fin de castigarlos, "Dios les envía un espíritu de error para que crean la mentira a fin de que sean condenados..." (2 Tes.2:9-12). Dios no ha cambiado. En su santa soberanía todavía envía tales pruebas las cuales nunca son en vano, sino que Dios les da poder para cumplir lo que El quiere.

b. Esta clase de prueba incluye la tentación de seguir el mal ejemplo de otros creyentes "profesantes" que tienen una reputación de ser piadosos. En los tiempos cuando la iniquidad aumenta, las normas generales de la piedad entre el pueblo de Dios disminuyen y se debilitan. Esta declinación empezará con unos pocos creyentes que comiencen a volverse negligentes en sus deberes cristianos, descuidados y mundanos. Estos creyentes se sienten "libres" para seguir sus deseos pecaminosos. Quizás al principio, otros creyentes les condenarán y les redargüirán, pero después de un tiempo se conformarán a su mal ejemplo. Muy pronto los verdaderamente piadoso serán la minoría y los otros la mayoría. Debemos tomar muy en serio el siguiente principio: "Un poco de levadura, leuda toda la masa" (1 Cor.5:6 y Gál.5:9). ¿Qué se necesita para cambiar completamente el ambiente moral de una iglesia? Sólo se necesita que unos cuantos creyentes de una buena reputación continúen en su declinación espiritual y que la justifiquen ante los demás. Pronto una multitud seguirá su mal ejemplo.

Es más fácil seguir a los muchos para hacer mal (Ex.23:2) que mantenernos firmes a favor de la justicia. El mismo principio es verdad en cuanto a las enseñanzas falsas. ¿Qué se necesita para cambiar la posición doctrinal de una iglesia? Todo lo que se necesita es que unos pocos creyentes de buena reputación provienen y justifiquen la enseñanza falsa. No pasara mucho sin que la multitud comience a seguirle. Muy pocos creyentes se percatan de cuán fuerte es la tentación para seguir el ejemplo de otros. En cada época los creyentes deberían aprender a no poner su confianza en los hombres "piadosos", sino en la Palabra de Dios. Si somos humildes, consideraremos seriamente las opiniones y las prácticas de aquellos que tienen una reputación de ser piadosos. Sin embargo, si sus opiniones y prácticas son contrarias a la Palabra de Dios, no debemos seguir su ejemplo.

c. Esta clase de tentación generalmente incluye fuertes razones para seguir a la multitud hacia el mal. En el punto anterior señalamos que hay una fuerte tentación para seguir el ejemplo de personas que tienen una buena reputación. Además, estos líderes del mal pueden dar "buenas razones" para defender sus opiniones y prácticas. ¿Está usted dispuesto a pensar por sí mismo? o ¿Permitirá que otros piensen por usted? Si es así, entonces usted será muy fácilmente desviado por las conclusiones falsas de otros. Por ejemplo, el Nuevo Testamento sin lugar a dudas, da una enseñanza muy clara con relación a la libertad que los creyentes tienen en Cristo. Tristemente, no es difícil para algunos pervertir esta enseñanza. Poco a poco, pero ciertamente, las salvaguardas de la santa ley de Dios son quitadas, y la libertad cristiana es convertida en un pretexto para el pecado. Si los creyentes fueran a ver desde el principio hasta dónde les conducirá esta enseñanza, con horror le volverían la espalda. Pudiera ser que algunos de estos maestros no se percaten al principio de las consecuencias que sus enseñanzas les traerán. Al principio, su desviación pudiera parecer pequeña e insignificante. Sin darse cuenta, los maestros y sus seguidores se desvían cada vez mas de la verdad hasta que cambian la verdad de Dios por una mentira" (Rom. 1:25).

Por ejemplo, hoy en día hay un número creciente de cristianos “profesantes” que están dispuestos a minimizar y a aun negar la condenación bíblica de las prácticas homosexuales. Esta es una ilustración moderna de esta advertencia. Otras ilustraciones de las desviaciones de los tiempos modernos son: métodos y tácticas de evangelismo que no tienen ningún apoyo bíblico; la omisión en la predicación evangelística de la necesidad del arrepentimiento y la sumisión al Señorío de Cristo; la disminución de las normas bíblicas para la membrecía de la Iglesia y el descuido de la disciplina; la omisión o el abierto rechazo de doctrinas tan fundamentales como la predestinación; la depravación humana y la necesidad de una obra especial del Espíritu Santo para convertir a los inconfesos; la falta de una enseñanza clara sobre las evidencias de la regeneración, y las normas bíblicas para el proceso de la santificación y la mortificación del pecado, etc.


martes, 14 de julio de 2015

LA TENTACIÓN I

Los discípulos se sentían confiados aún y cuando el peligro estaba a la vuelta de la esquina. Fue entonces que el Señor dio esta advertencia: "Velad y orad, para que no entréis en tentación..." (Mat.26:41; Mr.14:38; Luc.22:46) Cada discípulo de Cristo necesita la misma advertencia. Esta advertencia contiene tres lecciones básicas que cada creyente debería aprender muy bien. 
Resultado de imagen para tentacion1. La tentación es algo contra lo cual el creyente necesita guardarse continuamente. 

2. "Entrar en tentación" significa ser tentado en la forma más profunda y peligrosa. 

3. Para evitar que seamos dañados por esta clase de tentación, el creyente debería aprender a "velar y orar". 

En la Biblia vemos que existen dos clases diferentes de tentación. Hay un tipo de tentación que Dios usa y hay un tipo de tentación que Satanás utiliza. La tentación es como un cuchillo o que puede ser utilizado para un propósito bueno o malo: puede servir para cortar la comida o puede ser usado para cortar su garganta. 

La clase de tentación que Dios usa 

Algunas veces la Biblia usa la palabra "tentación" para significar una prueba o un examen. (Vean por ejemplo que la versión antigua traduce Santiago 1:2 como "diversas tentaciones" y la versión 1960 traduce la misma frase como "diversas pruebas".) Abraham fue probado por Dios (vea Gen 22:1) y en una forma u otra, todos los creyentes están sujetos a pruebas y tentaciones. Hay que notar dos puntos importantes acerca de dichas pruebas. . 

El propósito de Dios en enviarnos Pruebas.

1. Las pruebas ayudan al creyente a conocer el estado de su salud espiritual. A veces, la experiencia de una prueba enseñará al creyente las gracias espirituales que Dios está produciendo en su vida. La prueba que Dios le envió a Abraham demostró la fortaleza de su fe. A veces la prueba le mostrará al creyente las maldades de su corazón de las cuales no estaba consciente. Dios probó a Ezequías para revelarle el orgullo que había en su corazón (2 Cron.32:31). A veces los creyentes necesitan ser animados viendo las gracias espirituales que Dios está obrando en sus vidas. A veces los creyentes necesitan ser humillados aprendiendo acerca de la maldad oculta de sus corazones. Dios cumple ambos propósitos a través del uso de pruebas adecuadas. 

2. Las pruebas ayudan al creyente a conocer más acerca de Dios. 

a. Solamente Dios puede guardar al creyente de caer en el pecado. Antes de que seamos tentados, pensamos que podemos manejar cualquier tentación con nuestras propias fuerzas. Pedro pensaba que jamás negaría a su Señor. La tentación le mostró que sí era capaz de hacerlo. (Mat.26:33-35,69-75). 

b. Cuando hemos aprendido nuestra debilidad y el poder de la tentación, entonces estamos listos para descubrir el poder de la gracia de Dios. Esta es la gran lección en que el apóstol Pablo fue enseñado por medio de "su aguijón en la carne" (vea 2 Cor.12:,7-10).


lunes, 6 de julio de 2015

Adoración centrada en Dios

Como hemos visto, adorar es dar homenaje. No es principalmente para nosotros, sino para aquel a quien deseamos honrar. Adoramos para que se complazca y encontramos nuestros placer en agradarle. La adoración debe estar, por lo tanto, centrada en Dios y centrada en Cristo. Debe estar enfocada en el Señor del pacto.
El señorío del pacto tienen tres aspectos: el control, la autoridad y la presencia. El Señor es el que controla el curso entero de la naturaleza y la historia, es quien habla con autoridad absoluta y suprema, y es quien toma a su pueblo para que sea suyo, para estar con ellos. Estos tres aspectos del señorío divino son prominentes en la adoración bíblica.

En la adoración, reconocemos el control de Dios, su gobierno soberano sobre la creación. Las alabanzas del pueblo de Dios en la Escritura son típicamente alabanzas por sus “actos portentosos” en la creación la providencia y la redención (ver, por ejemplo, Ex. 15:1-18; Sal. 104; Sof. 3:17; Apoc. 15:3-4).

Adorar a Dios es también arrodillarse ante su autoridad absoluta y suprema. Adoramos no sólo su poder, pero también su santa palabra. El salmo 19 alaba a Dios por revelarse a sí mismo a través de sus actos portentosos en la creación y la providencia (vrs. 1-6) y luego por la perfección de su ley (vrs. 7-11). Cuando entramos a su presencia, sobrecogidos por su majestad y poder, ¿cómo podemos ignorar lo que él nos dice? Así que, en la adoración escuchamos la lectura y la exposición de las Escrituras (ver. Hech. 15:21; 1 Tim. 4:13; Col. 4:16; 1 Tes. 5:27; Hech. 20:7; 2 Tim. 4:2). Dios quiere que seamos hacedores de su palabra, no sólo oidores (Rom. 2:13; Sant. 1:22-25; 4:11).

Y en la adoración, experimentamos la presencia de Dios. Como Señor del pacto, Dios viene a nosotros al adorarle para estar con nosotros. El tabernáculo y el templo en el Antiguo Testamento eran lugares donde Dios mismo se reunía con su pueblo (Ex. 20:24). Los adoradores gritan de júbilo de que Dios esté con su pueblo (Sof. 3:17). El nombre de Jesús, el nombre en el que adoramos, es Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Isa. 7:14; Mat. 1:23). En la adoración en el Nuevo Testamento, la presencia de Dios puede impresionar aun al visitante incrédulo, de tal manera que “él se postrará y adorará a Dios, declarando que en verdad Dios está entre vosotros” (1 Cor. 14:25).

Por lo tanto, la verdadera adoración está saturada de recordatorios del señorío de Dios. Adoramos para honrar sus actos portentosos, para escuchar su palabra de autoridad, y para tener comunión personal con él, como aquel quien nos ha hecho su pueblo. Cuando nos distraemos de nuestro Señor del pacto y estamos preocupados por nuestra propia comodidad y placer, entonces algo está seriamente mal con nuestra adoración. Como mi antiguo pastor Dick Kaufmann dice, “Cuando salgamos de la adoración, no debemos preguntarnos primero, ¿Qué obtuve? sino ¿Cómo desempeñé mi labor de honrar al Señor?

miércoles, 1 de julio de 2015

¿Qué es Adorar?

Adorar es el acto de reconocer la grandeza de nuestro Señor del pacto. En la Escritura, hay dos grupos de términos hebreos y griegos que se traducen como “adorar.” El primer grupo se refiere a una “labor” o “servicio.” En el contexto de la adoración estos términos se refieren principalmente al servicio a Dios llevado a cabo por los sacerdotes en el tabernáculo o en el templo durante el período del Antiguo Testamento. El segundo grupo de términos significa literalmente “arrodillarse” o “doblar la rodilla,” es decir, “dar homenaje, honrar a alguien más.”
Del primer grupo de términos podemos concluir que la adoración es algo activo. Es algo que hacemos, es un verbo. Aun en este punto tan prematuro de nuestro estudio podemos notar que la adoración es algo muy diferente al entretenimiento. En la adoración no debemos ser pasivos, sino participativos.

Del segundo grupo de términos podemos aprender que la adorar es honrar a alguien superior a nosotros mismos. Por lo tanto, no se trata de agradar a nosotros sino de agradar a alguien más. Inmediatamente se pone en perspectiva la pregunta “¿Cómo podemos mejorar la adoración?”; no será “mejor” principalmente para nosotros, sino “mejor” para Aquel a quien deseamos honrar. Puede ser que la adoración que sea mejor para él sea también mejor para nosotros. Pero nuestra preocupación principal debe ser agradarle; cualquier beneficio para nosotros será secundario. Así que adorar es presentar un servicio para honrar a alguien distinto a nosotros.

La escritura utiliza todos estos términos para hacer referencia a las relaciones entre los seres humanos. Debemos servirnos los unos a los otros, y debemos honrar a los demás. Pero hay un sentido especial en el que sólo Dios es digno de adoración. El primero de los Diez Mandamientos dice, “No tendrás otros dioses delante de mí” (Ex. 20:3). A Dios, quien es llamado Jehová (“Señor”) en el Decálogo, le es dado un honor único, uno que no debe ser compartido con alguien más. El quinto mandamiento, “Honra a tu padre y a tu madre,” deja claro que los seres humanos también merecen honor. Pero ese honor no debe competir con el honor que le debemos al Señor mismo.

Los Diez Mandamientos son la constitución escrita de una relación de pacto entre Dios e Israel. Ese pacto es una relación entre un gran rey (el Señor) y un pueblo que toma para sí. Como el Señor del pacto, Dios declara que Israel es su pueblo y Él es su Dios. Como su Dios, les habla con autoridad suprema y por lo tanto gobierna cada aspecto de sus vidas. Su responsabilidad principal es honrarle por encima de cualquier otro ser. No debe estar en competencia la lealtad y los afectos de Israel: “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.” (Deut. 6:4-5).

Jesús refuerza esta enseñanza: “Nadie puede servir a dos señores”(Mat. 6:24). No sólo se nos prohibe adorar a Baal o a Júpiter, sino tampoco debemos adorar al dinero. Dios reclama el señoría sobre cada área de nuestras vidas. Como el apóstol Pablo dice, “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.“ (1 Cor. 10:31).

Una de las cosas más sorprendentes acerca de Jesús es que el demanda para sí mismo el mismo tipo de lealtad exclusiva que la que demandó Dios de Israel. Jesús apeló al quinto mandamiento en contra de los Fariseos y escribas que dedicaba a Dios lo que debía usarse para sostener a sus padres (Mat. 15:1-9). Pero Jesús también enseñó que la lealtad hacia él trasciende la lealtad a los padres (Mat.10:34-39). ¿Quién es Jesús para que pueda demandar tal servicio y homenaje? Sólo la lealtad a Dios trasciende la lealtad a los padres en el orden del pacto de Dios, y de esta manera, Jesús está haciendo una clara declaración de su divinidad. Como Jehová en el Antiguo Testamento, Jesús se presenta como el Señor del pacto, aquel a quien debemos toda nuestra lealtad (ver Mat. 7:21-29; Juan 14:6).

Al adorar hacemos cosas comunes, cosas que a menudo hacemos por los demás. La alabanza, por ejemplo, es o debe ser una parte de nuestra vida cotidiana. Los padres alaban a sus hijos por sus logros importantes y buen carácter. Los patrones alaban a sus empleados y viceversa, lo cual crea una buena atmósfera en el trabajo. Y Dios nos llama a alabarle en la adoración. Pero esa alabanza está a un nivel bastante diferente. Alabar a Dios es reconocerle como incondicionalmente superior a nosotros en todo aspecto, como aquel cuya grandeza está más allá de nuestro pobre poder de expresión. El es el objeto supremo de la alabanza.

Al adorar, expresamos nuestros afectos, gozo y tristeza. Confesamos nuestras faltas; hacemos peticiones; damos gracias; escuchamos mandatos, promesas y exhortaciones; damos regalos; recibimos limpieza (bautismo) y comemos y bebemos (la Cena del Señor). Estas cosas las hacemos todo el tiempo en nuestras relaciones normales con otras personas. Pero cuando las hacemos en la adoración, hay algo especial: las hacemos para el Señor, el Altísimo, el Creador y Rey de los cielos y la tierra; y las hacemos en Jesús nuestro salvador. En la adoración, estas acciones comunes se vuelven únicas, misteriosas, y transformadoras debido a Aquel a quien adoramos. Estas acciones vienen a ser el servicio sacerdotal por el cual reconocemos la grandeza de nuestro Señor del pacto.