lunes, 21 de septiembre de 2015

¿Por qué es el hombre un ser ético?

A diferencia de los brutos animales, el ser humano está dotado por Dios de una mente capaz de razonar y de un albedrío responsable. El animal nace ya hecho, sigue en su conducta las reyes de la herencia y se adapta por instinto a las situaciones, mientras que el ser humano se va haciendo progresivamente, escogiendo continuamente su futuro de entre un manojo de posibilidades, a golpes de deliberación sobre los valores de los bienes a conseguir, que le sirven de motivación para obrar y le empujan a una decisión en cada momento de la existencia.
Por estar dotado de una mente capaz de razonar y abstraer, el hombre puede prefijarse un fin determinado y tratar de hallar los medios necesarios para conseguido. En la vida humana hay siempre una meta y una andadura. Pero el hombre no es un ser autónomo, puesto que es un ser creado y, por tanto, es limitado y relativo. Nada hay absoluto en el hombre. No teniendo dentro de sí mismo la fuente de su propia perfección y felicidad, depende existencialmente del Creador que le ha señalado la meta y el camino. De Dios fe ha de venir, por tanto, toda la normativa para su comportamiento ético. Así no es extraño que toda la trama de la Revelación Especial, supuesta la "caída" existencial del ser humano por la corrupción original del pecado, comporte junto al concepto primordial de "salvación" (liberación de Egipto), una constante andadura, un "éxodo" de peregrinaje por fa vida, en dirección a una futura y definitiva "Tierra Prometida". Lugares clave, entre otros muchos, son Juan 14:2-6, Col. 2:6-7 y Heb. 11: 13-16.

¿Existe para el hombre una Ética meramente Natural?

Ya de entrada, en esta primera Lección, podemos anticipar que la idea de una Ética Natural o Filosofía Moral, capaz de regir fa conducta del ser humano concreto, caído por el pecado, es una utopía heterodoxa, puesto que no está de acuerdo con la experiencia histórica ni con la Palabra de Dios. Después de la caída original, el ser humano está inclinado al mal (es radicalmente egocéntrico) y se siente incapacitado para cumplir la Ley de Dios, tendiendo siempre a rebelarse contra ella (cf. Rom. 1: 18; 8:7; 1.a Cor. 2: 14). Esta incapacidad del ser humano caído en el pecado, respecto al bien obrar, quedó bien descrita, con palabras de Agustín de Hipona, en el Concilio 11° de Orange, habido el año 529, canon 22: "De lo que es propio del hombre. Nadie tiene de suyo otra cosa que mentira y pecado. Y si el hombre posee algo de la verdad y de la justicia, le viene de aquella fuente, a la que debemos dirigir nuestra sed en este desierto, a fin de que, como refrigerados por algunas gotas, no desfallezcamos en el camino."

Sólo existe una Ética válida, la cristiana

A la luz del Nuevo Testamento, Cristo está en el centro de la Historia de la Salvación para toda la humanidad, par-tiendo en dos la Historia (antes y después de Cristo) y la Geografía (a la derecha o a la izquierda de Cristo); de tal forma que el destino definitivo de todo ser humano (su eterna salvación o perdición) depende sola y necesariamente de la siguiente alternativa: CREER O NO CREER, es decir, aceptar o rechazar a Cristo, como único Salvador necesario y suficiente. Toda la conducta, todo el comportamiento ético del ser humano, está ya tipificada como fruto de una de esas dos raíces: fe o incredulidad. Lugares clave son Jn. 3: 14-21; Rom. 3:19-31; 2.8 Cor. 5:14-21.

De ahí que la única normativa válida para el ser humano caído no es la que emerge de su propia condición natural (lo que está de acuerdo con la naturaleza humana), sino que le viene de fuera (en este sentido es "sobrenatural"). La genuina ética humana, la única normativa capaz de llevarle a puerto seguro, le viene de la acción del Espíritu de Dios; es fruto de un "nuevo nacimiento", de la regeneración espiritual realizada por el Espíritu Santo (de ordinario, mediante el oír la Palabra de Dios) y de la constante docilidad a los impulsos del mismo Espíritu (cf. Jn. 3:3,5; Rom. 8:14; 12:1-2; Gál. 5:22-23; 1.8 Pedro 1:22-23).


La Ética cristiana está afincada en la vida eterna, en la vida divina; tanto que la vida del cristiano es "participación de la naturaleza divina" (2 Pedro 1:4), es decir, de la conducta moral de Dios. De este concepto ético que comporta la participación de la naturaleza divina, arranca toda la temática moral de la Biblia, desde el primer "seréis santos, porque Yo soy santo" de Lev. 11:44, hasta el "todo aquel que tiene esta esperanza en él (Jesucristo), se purifica a sí mismo, así como él es puro. Así es como el Evangelio es verdaderamente doctrina de vida, y la fe es entrega total para recibir la vida y recibida en plenitud. Toda la Revelación está orientada hacia la Acción. Por eso, vemos cómo S. Pablo, en todas sus epístolas, detrás de la parte expositiva, siempre exhorta a la aplicación práctica de las enseñanzas expuestas.

martes, 11 de agosto de 2015


¿A QUÉ DIOS ADORAS?

El concepto que uno tenga de Dios es lo que le da forma al culto que rinde. Suponte que alguien te pide que describas cómo es Dios. ¿Por dónde empezarías? Hay quienes ven a Dios con canas y barba larga, como un anciano sentado sobre un trono. Otros se imaginan que Dios es un diligenciero cósmico que está obligado a cumplirles todos sus antojos. Otros más lo miran como un policía celestial, inclinándose sobre el balcón del cielo, listo para regañar a cualquiera que se atreva a buscar su propio placer.
Es porque la manera en que uno ve a Dios inevitablemente afecta la manera en que le ha de rendir culto, que es tan importante verlo tal y como es, y no como se le pudiera imaginar. De modo que quienes aprenden más de los atributos de Dios, y de sus hechos, tendrán un poderoso estímulo para su culto.

1- Los atributos de Dios:

Considera la magnitud y la maravilla de los atributos de Dios, tal como se revelan en las Escrituras. Los Salmos en particular están llenos de referencias a las cualidades de Dios. Es porque entiende el salmista los atributos divinos que le puede elevar su alabanza. Por ej, el Sal. 100, tan familiar, nos invita a entrar a los atrios de Jehová con acción de gracias y alabanzas. ¿Por qué? ‘Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones’. Los atributos de bondad, misericordia y fidelidad motivan a rendir culto.

Imagínate que alguien te entregara un papel en blanco. ¿Podrías hacer una lista de 10 o 15 atributos adicionales del Trino

Dios? ¿Por qué no lo intentas ahora?

La Biblia es una mina de información sobre el carácter de Dios. El Dios del uni-verso, infinito y lleno de majestad, quiso revelar su carácter a los seres humanos finitos. Él, y sólo él, hace posible que lo conozcamos y entendamos. Pero nuestro entendimiento no es con el fin de acumular datos cognitivos en el banco de la memoria. Dios nos ha revelado quién es, de modo que le obedezcamos y le rindamos la alabanza de la que sólo él es tan supremamente digno.

2- Los actos de Dios:

La revelación que Dios hace de sí mismo a través de sus actos en la historia también es una base para nuestro culto. El A.T. está lleno de los grandes actos de Dios. El hecho redimir Dios a Israel de Egipto movió a Moisés a escribir un himno de alabanza (Éxodo 15:1-18). Moisés escribió otro canto de adoración hacia el fin de su vida (ver Dt 31:30 a 32:43). Se trata de un relato lleno de preces por los actos portentosos de Dios a favor de Israel. Del mismo modo, Débora y Barac rememoraron los actos justos de Dios (Jue 5:1-11). Los Salmos es un libro repleto de remembranzas de alabanza a Dios por sus actos en la creación, por sostener al mundo y librar a su pueblo de esclavitud.

Quizás encuentres de ayuda intentar un experimento en tu devoción personal esta semana. Lee un pasaje de la Biblia. Luego vuélvelo a leer con papel y lápiz a la mano. Busca referencias a los atributos y a los hechos del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo. ¿Qué te enseña el pasaje acerca de quién es el Dios Trino y lo que él ha hecho? Escribe en sendas columnas la lista de estos atributos y actos. Luego usa la lista para tener un tiempo de oración, en el que expre-ses tu gratitud a Dios por cada cosa escrita en la hoja. Esto puede ser un buen ejercicio para amplíar tu comprensión de Dios y profundizar tu experiencia de culto. ¡Inténtalo!


martes, 21 de julio de 2015

EL PODER DE LA TENTACIÓN

1. El poder de la tentación para entenebrecer la mente. El juicio del hombre es afectado por la influencia de la bebida (Os. 4: 11). En la misma forma, la tentación también tiene el poder para entorpecer el juicio del hombre. El dios de este siglo ciega las mentes de aquellos que no creen en el Evangelio, para que no vean la gloria de Cristo (II Cor. 4:4) En una manera semejante, cada tentación disminuye la claridad del entendimiento y del juicio del hombre. La tentación ejerce este poder en una variedad de maneras, pero solo consideraremos tres de las más comunes:

a. La tentación puede dominar la imaginación y los pensamientos de tal manera que uno puede pensar en ninguna otra cosa. Cuando un hombre es tentado, hay muchas consideraciones que le traerían alivio, pero la tentación es tan fuerte que domina su mente y su imaginación. Es incapacitado para concentrarse en las cosas que le ayudarían. Es como un hombre que es dominado por un problema. Hay muchas formas para solucionar el problema, pero él está tan preocupado con el problema mismo que queda ciego ante cualquier posible solución.

b. La tentación puede usar los deseos y las emociones para entorpecer la mente e impedir que piense con claridad. Cuando una persona permite que sus deseos o sus emociones controlen su pensamiento, entonces dejará de pensar con claridad. A menudo, la tentación cautivará los deseos y las emociones de tal manera que la persona ya no tiene control completo de su razonamiento. Antes de que entre en la tentación particular, puede ver con claridad que cierto curso de acción está equivocado. Sin embargo, cuando la tentación ha obrado sobre sus deseos y emociones, ya no podrá pensar con claridad. Muy pronto estará pensando en cómo justificar o excusar sus acciones pecaminosas.

c. La tentación provocará los deseos malos del corazón del hombre de tal manera que estos deseos controlarán la mente.

El deseo pecaminoso .es como un fuego, y la tentación es el combustible que lo hace arder y salir fuera de control. Frecuentemente, la razón del hombre le persuadirá a poner un freno sobre sus deseos pecaminosos recordándole de las consecuencias de lo que desea hacer. Si el fuego de la tentación obra sobre el deseo pecaminoso, entonces la razón ya no tendrá el poder para detenerlo. Nadie sabe la violencia y el poder de un deseo pecaminoso hasta que se encuentre con una tentación especialmente adecuada para este deseo. Aún los mejores de los hombres pueden ser sorprendidos y abrumados por el poder de un deseo pecaminoso cuando se encuentran con una tentación idónea. Piense en que tan pronto el temor de Pedro le arrastró para negar a su Señor. ¿Acaso se atreverá a considerarse como fuerte cuando tiene un enemigo tan poderoso?

2. El poder de la tentación en una comunidad. En Apo.3:10, el Señor habla de "la hora de prueba" que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que moran sobre la tierra. Esta "hora de prueba" vino para probar a los descuidados creyentes profesantes de aquel tiempo. Satanás vino como un león para desviarlos de la verdad. Vamos a pensar acerca de tres aspectos de esta clase de prueba:

a. Esta clase de prueba es un juicio de Dios en el cual Dios tiene dos propósitos. El primero es para castigar al mundo que ha menospreciado su Evangelio. El segundo es para juzgar a aquellos que falsamente dicen ser creyentes. Esto significa que la prueba tiene un poder especial para cumplir el propósito de Dios. La Biblia habla de personas "que no recibieron el amor a la verdad para ser salvos", personas que no creyeron a la verdad sino que se complacieron en la injusticia. A fin de castigarlos, "Dios les envía un espíritu de error para que crean la mentira a fin de que sean condenados..." (2 Tes.2:9-12). Dios no ha cambiado. En su santa soberanía todavía envía tales pruebas las cuales nunca son en vano, sino que Dios les da poder para cumplir lo que El quiere.

b. Esta clase de prueba incluye la tentación de seguir el mal ejemplo de otros creyentes "profesantes" que tienen una reputación de ser piadosos. En los tiempos cuando la iniquidad aumenta, las normas generales de la piedad entre el pueblo de Dios disminuyen y se debilitan. Esta declinación empezará con unos pocos creyentes que comiencen a volverse negligentes en sus deberes cristianos, descuidados y mundanos. Estos creyentes se sienten "libres" para seguir sus deseos pecaminosos. Quizás al principio, otros creyentes les condenarán y les redargüirán, pero después de un tiempo se conformarán a su mal ejemplo. Muy pronto los verdaderamente piadoso serán la minoría y los otros la mayoría. Debemos tomar muy en serio el siguiente principio: "Un poco de levadura, leuda toda la masa" (1 Cor.5:6 y Gál.5:9). ¿Qué se necesita para cambiar completamente el ambiente moral de una iglesia? Sólo se necesita que unos cuantos creyentes de una buena reputación continúen en su declinación espiritual y que la justifiquen ante los demás. Pronto una multitud seguirá su mal ejemplo.

Es más fácil seguir a los muchos para hacer mal (Ex.23:2) que mantenernos firmes a favor de la justicia. El mismo principio es verdad en cuanto a las enseñanzas falsas. ¿Qué se necesita para cambiar la posición doctrinal de una iglesia? Todo lo que se necesita es que unos pocos creyentes de buena reputación provienen y justifiquen la enseñanza falsa. No pasara mucho sin que la multitud comience a seguirle. Muy pocos creyentes se percatan de cuán fuerte es la tentación para seguir el ejemplo de otros. En cada época los creyentes deberían aprender a no poner su confianza en los hombres "piadosos", sino en la Palabra de Dios. Si somos humildes, consideraremos seriamente las opiniones y las prácticas de aquellos que tienen una reputación de ser piadosos. Sin embargo, si sus opiniones y prácticas son contrarias a la Palabra de Dios, no debemos seguir su ejemplo.

c. Esta clase de tentación generalmente incluye fuertes razones para seguir a la multitud hacia el mal. En el punto anterior señalamos que hay una fuerte tentación para seguir el ejemplo de personas que tienen una buena reputación. Además, estos líderes del mal pueden dar "buenas razones" para defender sus opiniones y prácticas. ¿Está usted dispuesto a pensar por sí mismo? o ¿Permitirá que otros piensen por usted? Si es así, entonces usted será muy fácilmente desviado por las conclusiones falsas de otros. Por ejemplo, el Nuevo Testamento sin lugar a dudas, da una enseñanza muy clara con relación a la libertad que los creyentes tienen en Cristo. Tristemente, no es difícil para algunos pervertir esta enseñanza. Poco a poco, pero ciertamente, las salvaguardas de la santa ley de Dios son quitadas, y la libertad cristiana es convertida en un pretexto para el pecado. Si los creyentes fueran a ver desde el principio hasta dónde les conducirá esta enseñanza, con horror le volverían la espalda. Pudiera ser que algunos de estos maestros no se percaten al principio de las consecuencias que sus enseñanzas les traerán. Al principio, su desviación pudiera parecer pequeña e insignificante. Sin darse cuenta, los maestros y sus seguidores se desvían cada vez mas de la verdad hasta que cambian la verdad de Dios por una mentira" (Rom. 1:25).

Por ejemplo, hoy en día hay un número creciente de cristianos “profesantes” que están dispuestos a minimizar y a aun negar la condenación bíblica de las prácticas homosexuales. Esta es una ilustración moderna de esta advertencia. Otras ilustraciones de las desviaciones de los tiempos modernos son: métodos y tácticas de evangelismo que no tienen ningún apoyo bíblico; la omisión en la predicación evangelística de la necesidad del arrepentimiento y la sumisión al Señorío de Cristo; la disminución de las normas bíblicas para la membrecía de la Iglesia y el descuido de la disciplina; la omisión o el abierto rechazo de doctrinas tan fundamentales como la predestinación; la depravación humana y la necesidad de una obra especial del Espíritu Santo para convertir a los inconfesos; la falta de una enseñanza clara sobre las evidencias de la regeneración, y las normas bíblicas para el proceso de la santificación y la mortificación del pecado, etc.


martes, 14 de julio de 2015

LA TENTACIÓN I

Los discípulos se sentían confiados aún y cuando el peligro estaba a la vuelta de la esquina. Fue entonces que el Señor dio esta advertencia: "Velad y orad, para que no entréis en tentación..." (Mat.26:41; Mr.14:38; Luc.22:46) Cada discípulo de Cristo necesita la misma advertencia. Esta advertencia contiene tres lecciones básicas que cada creyente debería aprender muy bien. 
Resultado de imagen para tentacion1. La tentación es algo contra lo cual el creyente necesita guardarse continuamente. 

2. "Entrar en tentación" significa ser tentado en la forma más profunda y peligrosa. 

3. Para evitar que seamos dañados por esta clase de tentación, el creyente debería aprender a "velar y orar". 

En la Biblia vemos que existen dos clases diferentes de tentación. Hay un tipo de tentación que Dios usa y hay un tipo de tentación que Satanás utiliza. La tentación es como un cuchillo o que puede ser utilizado para un propósito bueno o malo: puede servir para cortar la comida o puede ser usado para cortar su garganta. 

La clase de tentación que Dios usa 

Algunas veces la Biblia usa la palabra "tentación" para significar una prueba o un examen. (Vean por ejemplo que la versión antigua traduce Santiago 1:2 como "diversas tentaciones" y la versión 1960 traduce la misma frase como "diversas pruebas".) Abraham fue probado por Dios (vea Gen 22:1) y en una forma u otra, todos los creyentes están sujetos a pruebas y tentaciones. Hay que notar dos puntos importantes acerca de dichas pruebas. . 

El propósito de Dios en enviarnos Pruebas.

1. Las pruebas ayudan al creyente a conocer el estado de su salud espiritual. A veces, la experiencia de una prueba enseñará al creyente las gracias espirituales que Dios está produciendo en su vida. La prueba que Dios le envió a Abraham demostró la fortaleza de su fe. A veces la prueba le mostrará al creyente las maldades de su corazón de las cuales no estaba consciente. Dios probó a Ezequías para revelarle el orgullo que había en su corazón (2 Cron.32:31). A veces los creyentes necesitan ser animados viendo las gracias espirituales que Dios está obrando en sus vidas. A veces los creyentes necesitan ser humillados aprendiendo acerca de la maldad oculta de sus corazones. Dios cumple ambos propósitos a través del uso de pruebas adecuadas. 

2. Las pruebas ayudan al creyente a conocer más acerca de Dios. 

a. Solamente Dios puede guardar al creyente de caer en el pecado. Antes de que seamos tentados, pensamos que podemos manejar cualquier tentación con nuestras propias fuerzas. Pedro pensaba que jamás negaría a su Señor. La tentación le mostró que sí era capaz de hacerlo. (Mat.26:33-35,69-75). 

b. Cuando hemos aprendido nuestra debilidad y el poder de la tentación, entonces estamos listos para descubrir el poder de la gracia de Dios. Esta es la gran lección en que el apóstol Pablo fue enseñado por medio de "su aguijón en la carne" (vea 2 Cor.12:,7-10).


lunes, 6 de julio de 2015

Adoración centrada en Dios

Como hemos visto, adorar es dar homenaje. No es principalmente para nosotros, sino para aquel a quien deseamos honrar. Adoramos para que se complazca y encontramos nuestros placer en agradarle. La adoración debe estar, por lo tanto, centrada en Dios y centrada en Cristo. Debe estar enfocada en el Señor del pacto.
El señorío del pacto tienen tres aspectos: el control, la autoridad y la presencia. El Señor es el que controla el curso entero de la naturaleza y la historia, es quien habla con autoridad absoluta y suprema, y es quien toma a su pueblo para que sea suyo, para estar con ellos. Estos tres aspectos del señorío divino son prominentes en la adoración bíblica.

En la adoración, reconocemos el control de Dios, su gobierno soberano sobre la creación. Las alabanzas del pueblo de Dios en la Escritura son típicamente alabanzas por sus “actos portentosos” en la creación la providencia y la redención (ver, por ejemplo, Ex. 15:1-18; Sal. 104; Sof. 3:17; Apoc. 15:3-4).

Adorar a Dios es también arrodillarse ante su autoridad absoluta y suprema. Adoramos no sólo su poder, pero también su santa palabra. El salmo 19 alaba a Dios por revelarse a sí mismo a través de sus actos portentosos en la creación y la providencia (vrs. 1-6) y luego por la perfección de su ley (vrs. 7-11). Cuando entramos a su presencia, sobrecogidos por su majestad y poder, ¿cómo podemos ignorar lo que él nos dice? Así que, en la adoración escuchamos la lectura y la exposición de las Escrituras (ver. Hech. 15:21; 1 Tim. 4:13; Col. 4:16; 1 Tes. 5:27; Hech. 20:7; 2 Tim. 4:2). Dios quiere que seamos hacedores de su palabra, no sólo oidores (Rom. 2:13; Sant. 1:22-25; 4:11).

Y en la adoración, experimentamos la presencia de Dios. Como Señor del pacto, Dios viene a nosotros al adorarle para estar con nosotros. El tabernáculo y el templo en el Antiguo Testamento eran lugares donde Dios mismo se reunía con su pueblo (Ex. 20:24). Los adoradores gritan de júbilo de que Dios esté con su pueblo (Sof. 3:17). El nombre de Jesús, el nombre en el que adoramos, es Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Isa. 7:14; Mat. 1:23). En la adoración en el Nuevo Testamento, la presencia de Dios puede impresionar aun al visitante incrédulo, de tal manera que “él se postrará y adorará a Dios, declarando que en verdad Dios está entre vosotros” (1 Cor. 14:25).

Por lo tanto, la verdadera adoración está saturada de recordatorios del señorío de Dios. Adoramos para honrar sus actos portentosos, para escuchar su palabra de autoridad, y para tener comunión personal con él, como aquel quien nos ha hecho su pueblo. Cuando nos distraemos de nuestro Señor del pacto y estamos preocupados por nuestra propia comodidad y placer, entonces algo está seriamente mal con nuestra adoración. Como mi antiguo pastor Dick Kaufmann dice, “Cuando salgamos de la adoración, no debemos preguntarnos primero, ¿Qué obtuve? sino ¿Cómo desempeñé mi labor de honrar al Señor?

miércoles, 1 de julio de 2015

¿Qué es Adorar?

Adorar es el acto de reconocer la grandeza de nuestro Señor del pacto. En la Escritura, hay dos grupos de términos hebreos y griegos que se traducen como “adorar.” El primer grupo se refiere a una “labor” o “servicio.” En el contexto de la adoración estos términos se refieren principalmente al servicio a Dios llevado a cabo por los sacerdotes en el tabernáculo o en el templo durante el período del Antiguo Testamento. El segundo grupo de términos significa literalmente “arrodillarse” o “doblar la rodilla,” es decir, “dar homenaje, honrar a alguien más.”
Del primer grupo de términos podemos concluir que la adoración es algo activo. Es algo que hacemos, es un verbo. Aun en este punto tan prematuro de nuestro estudio podemos notar que la adoración es algo muy diferente al entretenimiento. En la adoración no debemos ser pasivos, sino participativos.

Del segundo grupo de términos podemos aprender que la adorar es honrar a alguien superior a nosotros mismos. Por lo tanto, no se trata de agradar a nosotros sino de agradar a alguien más. Inmediatamente se pone en perspectiva la pregunta “¿Cómo podemos mejorar la adoración?”; no será “mejor” principalmente para nosotros, sino “mejor” para Aquel a quien deseamos honrar. Puede ser que la adoración que sea mejor para él sea también mejor para nosotros. Pero nuestra preocupación principal debe ser agradarle; cualquier beneficio para nosotros será secundario. Así que adorar es presentar un servicio para honrar a alguien distinto a nosotros.

La escritura utiliza todos estos términos para hacer referencia a las relaciones entre los seres humanos. Debemos servirnos los unos a los otros, y debemos honrar a los demás. Pero hay un sentido especial en el que sólo Dios es digno de adoración. El primero de los Diez Mandamientos dice, “No tendrás otros dioses delante de mí” (Ex. 20:3). A Dios, quien es llamado Jehová (“Señor”) en el Decálogo, le es dado un honor único, uno que no debe ser compartido con alguien más. El quinto mandamiento, “Honra a tu padre y a tu madre,” deja claro que los seres humanos también merecen honor. Pero ese honor no debe competir con el honor que le debemos al Señor mismo.

Los Diez Mandamientos son la constitución escrita de una relación de pacto entre Dios e Israel. Ese pacto es una relación entre un gran rey (el Señor) y un pueblo que toma para sí. Como el Señor del pacto, Dios declara que Israel es su pueblo y Él es su Dios. Como su Dios, les habla con autoridad suprema y por lo tanto gobierna cada aspecto de sus vidas. Su responsabilidad principal es honrarle por encima de cualquier otro ser. No debe estar en competencia la lealtad y los afectos de Israel: “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.” (Deut. 6:4-5).

Jesús refuerza esta enseñanza: “Nadie puede servir a dos señores”(Mat. 6:24). No sólo se nos prohibe adorar a Baal o a Júpiter, sino tampoco debemos adorar al dinero. Dios reclama el señoría sobre cada área de nuestras vidas. Como el apóstol Pablo dice, “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.“ (1 Cor. 10:31).

Una de las cosas más sorprendentes acerca de Jesús es que el demanda para sí mismo el mismo tipo de lealtad exclusiva que la que demandó Dios de Israel. Jesús apeló al quinto mandamiento en contra de los Fariseos y escribas que dedicaba a Dios lo que debía usarse para sostener a sus padres (Mat. 15:1-9). Pero Jesús también enseñó que la lealtad hacia él trasciende la lealtad a los padres (Mat.10:34-39). ¿Quién es Jesús para que pueda demandar tal servicio y homenaje? Sólo la lealtad a Dios trasciende la lealtad a los padres en el orden del pacto de Dios, y de esta manera, Jesús está haciendo una clara declaración de su divinidad. Como Jehová en el Antiguo Testamento, Jesús se presenta como el Señor del pacto, aquel a quien debemos toda nuestra lealtad (ver Mat. 7:21-29; Juan 14:6).

Al adorar hacemos cosas comunes, cosas que a menudo hacemos por los demás. La alabanza, por ejemplo, es o debe ser una parte de nuestra vida cotidiana. Los padres alaban a sus hijos por sus logros importantes y buen carácter. Los patrones alaban a sus empleados y viceversa, lo cual crea una buena atmósfera en el trabajo. Y Dios nos llama a alabarle en la adoración. Pero esa alabanza está a un nivel bastante diferente. Alabar a Dios es reconocerle como incondicionalmente superior a nosotros en todo aspecto, como aquel cuya grandeza está más allá de nuestro pobre poder de expresión. El es el objeto supremo de la alabanza.

Al adorar, expresamos nuestros afectos, gozo y tristeza. Confesamos nuestras faltas; hacemos peticiones; damos gracias; escuchamos mandatos, promesas y exhortaciones; damos regalos; recibimos limpieza (bautismo) y comemos y bebemos (la Cena del Señor). Estas cosas las hacemos todo el tiempo en nuestras relaciones normales con otras personas. Pero cuando las hacemos en la adoración, hay algo especial: las hacemos para el Señor, el Altísimo, el Creador y Rey de los cielos y la tierra; y las hacemos en Jesús nuestro salvador. En la adoración, estas acciones comunes se vuelven únicas, misteriosas, y transformadoras debido a Aquel a quien adoramos. Estas acciones vienen a ser el servicio sacerdotal por el cual reconocemos la grandeza de nuestro Señor del pacto.

jueves, 11 de junio de 2015

UNA VERDADERA AMISTAD CON DIOS

1Juan 2:1-6

I. SI ACEPTAMOS ESTABLECER UNA AMISTAD CON DIOS, ESTA INCLUYE A JESUCRISTO COMO NUESTRO DEFENSOR (Vv.1-2) “…Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo.”

·         La palabra propiciación significa “apartar la ira de Dios a través de una ofrenda”. Cristo murió en la cruz para pagar por nuestros pecados.

·         La propiciación nos permite restablecer la relación con Dios. Cristo es nuestro abogado. En Romanos 3:24-25 pablo nos recuerda que somos Justificado por la Gracia y la sangre de Cristo es la propiciación para que Dios pase por alto nuestros pecados.

II. SI ACEPTAMOS ESTABLECER UNA AMISTAD CON DIOS, ÉSTA SE FUNDAMENTA EN NUESTRA OBEDIENCIA (Vv.3-4) “¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: “Lo conozco”, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad.”

·         En el versículo tres y cuatro Juan expresa el concepto de la obediencia en una manera positiva y una manera negativa. la obediencia no es estar mejor que antes o ser mejor que otros. Juan dice que la obediencia es prueba de mi regeneración.

·         La motivación a la obediencia es el amor de Dios y no el miedo. Si le amamos le obedecemos voluntariamente. Spurgeon dijo “La obediencia que no es voluntaria es desobediencia” definición de obediencia conducta destinada a complacer a otros.

III. SI ACEPTAMOS ESTABLECER UNA AMISTAD CON DIOS, RECIBIREMOS SU AMOR INCONDICIONAL Y ESTAREMOS UNIDOS A EL POR SIEMPRE (V.5) “En cambio el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su Palabra.  De este modo sabemos que estamos unidos a Él.”

·         Una amistad con Dios asegura que contamos con el único capacitado para cuidarnos y protegernos realmente. Contar con su amor plenamente, nos asegura su proceder constante a nuestro favor. 

IV. SI ACEPTAMOS ESTABLECER UNA AMISTAD CON DIOS, DEBEMOS IMITAR LA MANERA DE VIVIR DE JESÚS (V.6) “…el que afirma que permanece en Él, debe vivir como Él vivió.”


·         El apóstol Juan ha aprendido que solamente imitando a Jesús podremos cumplir con nuestra parte como amigos de Dios. Si de alguna manera seguimos el ejemplo de cualquier otra persona simplemente nos desviaremos del camino correcto.

martes, 26 de mayo de 2015

¿QUÉ SABES SOBRE LOS ÁNGELES?

Los ángeles son seres espirituales, que tienen aspectos de inteligencia, emociones y voluntad. Esto es verdad en ambas clases de ángeles - buenos y malos. Los ángeles poseen inteligencia (Mateo 8:29;2 Corintios 11:3;1 Pedro 1:12), muestran emociones (Lucas 2:13;Santiago 2:19;Apocalipsis 12:7), y demuestran que tienen voluntad (Lucas 8:28-31;2 Timoteo 2:26;Judas 6). Los ángeles son seres espirituales (Hebreos 1:14), sin un cuerpo físico real. El hecho de que no tienen cuerpos, no afecta el que tengan personalidades (no diferente a lo que es en Dios).

El conocimiento que poseen los ángeles está limitado, al hecho de ser seres creados. Esto significa que no son omniscientes como Dios (Mateo 24:36), aunque ellos sí parecen tener mayor conocimiento que los humanos. Esto puede deberse a tres causas (1) Los ángeles fueron creados como un orden superior de criaturas en el universo, a lo que son los humanos. Por eso, es innato en ellos el poseer un mayor conocimiento. (2) Los ángeles estudian la Biblia y el mundo más exhaustivamente que los humanos y obtienen conocimiento de ello. (Santiago 2:19; Apocalipsis 12:12). (3) Los ángeles obtienen conocimiento a través de una larga observación de las actividades humanas. A diferencia de los humanos, los ángeles no tienen que estudiar el pasado; ellos ya lo han experimentado. Por eso saben cómo han actuado y reaccionado otros en situaciones, y pueden predecir con un alto grado de asertividad cómo podemos actuar en circunstancias similares.


Aunque tienen voluntad, los ángeles están, como todas las criaturas, sujetos a la voluntad de Dios. Los ángeles buenos son enviados por Dios para ayudar a los creyentes (Hebreos 1:14). He aquí algunas de las actividades que la Biblia acredita a los ángeles:


A. Alaban a Dios (Salmo 148:1,2;Isaías 6:3)


B. Adoran a Dios (Hebreos 1:6;Apocalipsis 5:8-13)

C. Se regocijan en lo que Dios hace (Job 38:6-7)

D. Sirven a Dios (Salmo 103:20;Apocalipsis 22:9)

E. Se presentan delante de Dios (Job 1:6;2:1)

F. Son instrumentos de los juicios de Dios (Apocalipsis 7:1;8:2)

G. Traen respuestas a la oración (Hechos 12:5-10)

H. Ayudan a ganar a la gente para Cristo (Hechos 8:26;10:3)

I. Observan el orden, trabajo y sufrimiento de los cristianos (1 Corintios 4:9;11:10;Efesios 3:10;1 Pedro 1:12)

J. Animan en momentos de peligro (Hechos 27:23,24)

K. Cuidan de los justos al momento de su muerte (Lucas 16:22)

Los ángeles son de un orden enteramente diferente al de los seres humanos. Los seres humanos no se convierten en ángeles después de morir. Los ángeles nunca se convertirán, y nunca fueron seres humanos. Dios creó a los ángeles, tanto como a los humanos. En ninguna parte de la Biblia dice que los ángeles son creados a la imagen y semejanza de Dios, como lo son los humanos (Génesis 1:26). Los ángeles son seres espirituales que pueden, hasta cierto grado, tomar forma física. Los humanos son primariamente seres físicos, pero con un aspecto espiritual. La cosa más grande que podemos aprender de los ángeles, es su instantánea e incuestionable obediencia a los mandatos de Dios.

lunes, 18 de mayo de 2015



¿ERES CALVINISTA O ARMINIANO?


Resultado de imagen para arminianismo vs calvinismoEl Arminianismo enseña:

I - Libre albedrío o habilidad humana

Aunque la naturaleza humana fue seriamente afectada por la caída, el hombre, sin embargo, no ha perdido del todo su capacidad espiritual. Dios en su gracia capacita al pecador a fin de que por su propia voluntad se arrepienta y crea. Cada pecador tiene libre albedrío y su destino eterno depende de cómo lo use. La libertad del hombre consiste en poder escoger el bien y rechazar el mal en la esfera de lo espiritual; su voluntad no está esclavizada a su naturaleza pecaminosa. El pecador puede o cooperar con el Espíritu de Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y perderse para siempre. El pecador necesita la ayuda del Espíritu pero no tiene que ser regenerado por el Espíritu antes de que pueda creer, ya que la fe es un acto del hombre y precede al nuevo nacimiento. La fe es el don del pecador a Dios; es lo que el hombre contribuye a la salvación.

II - Elección condicional

El que Dios haya escogido a ciertos individuos para salvación antes de la fundación del mundo se debe al hecho de que Dios vio de antemano que dichos individuos habrían de responder a su llamado. Dios escogió sólo a aquellos que él vio de antemano creerían en el evangelio de su propia voluntad. Las obras futuras de dichos individuos determinan, por tanto, la elección. La fe que Dios vio de antemano y sobre la cual basó su elección no fue impartida por el Espíritu Santo sino que surgió de la voluntad del hombre mismo. Pertenece al hombre, por tanto, la prerrogativa de quién ha de creer y quién ha de ser escogido para salvación. Dios escogió sólo a aquellos que él sabía habían de escoger a Cristo por su propia voluntad. La causa fundamental de la salvación es, por tanto, la decisión del pecador de escoger a Cristo y no la elección del pecador por parte de Dios.

III - Redención universal o expiación general

La obra redentora de Cristo brindó a todos los hombres la oportunidad de ser salvos pero no garantizó la salvación de ninguno. A pesar de que Cristo murió por todos los hombres, sólo los que creen en él son salvados. Su muerte hizo posible el que Dios pudiera perdonar a los pecadores siempre y cuando éstos creyeran, pero no borró los pecados de ninguno. La redención en Cristo es eficaz sólo si el hombre decide aceptarla.

IV - El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente

El Espíritu llama de manera especial a aquellos que mediante el evangelio son llamados de manera general; él hace todo lo que puede por traer a cada pecador a la salvación. El llamado del Espíritu, sin embargo, puede ser resistido ya que el hombre es libre. El Espíritu no puede regenerar al pecador hasta que éste crea; la fe (que es lo que el hombre contribuye) precede y hace posible el nuevo nacimiento. El libre albedrío, por tanto, limita al Espíritu en la aplicación de la obra redentora de Cristo. El Espíritu Santo puede traer a Cristo sólo a aquellos que se lo permitan. El Espíritu no puede impartir vida hasta que el pecador responda. La gracia de Dios, por tanto, no es invencible; puede ser, y muchas veces es, resistida y frustrada por el hombre.

V - El caer de la gracia o el perder la salvación

Los que creen y son verdaderamente salvos pueden perder su salvación por no perseverar en la fe. No todos los arminianos han estado de acuerdo en este punto; algunos han sostenido que los creyentes están eternamente salvos en Cristo y que una vez el pecador es regenerado jamás puede perderse.


El Calvinismo enseña:

La salvación es efectuada mediante los esfuerzos conjuntos de Dios (quien toma la iniciativa) y el hombre (a quien le toca responder), siendo la respuesta del hombre el factor determinante. Dios ha provisto salvación para todos, pero su provisión es efectiva sólo en aquellos que de su propia voluntad "deciden" cooperar con él y aceptar su oferta de gracia. En el momento crucial la voluntad del hombre juega un papel decisivo; por tanto, el hombre, y no Dios, determina quienes serán los que reciben el don de la salvación.


I - Depravación total

Debido a la caída, el pecador es incapaz de creer en el evangelio y ser salvo, ya que está muerto, ciego y sordo a las cosas de Dios; su corazón es engañoso y perverso en gran manera. Su voluntad no es libre, sino que está esclavizada a su naturaleza pecaminosa; por tanto, no quiere y, de hecho, no puede escoger el bien y rechazar el mal en lo que a las cosas espirituales respecta. La mera ayuda del Espíritu, por consiguiente, no es suficiente para traer al pecador a Cristo, sino que es absolutamente necesaria la regeneración en virtud de la cual el Espíritu imparte vida y una nueva naturaleza al pecador. La fe no es algo con lo cual el hombre contribuye a la salvación sino que es en sí una parte del don de la salvación, es el don de Dios al pecador, no el don del pecador a Dios.


II - Elección incondicional

El que Dios haya escogido a ciertos individuos para salvación antes de la fundación del mundo se debe únicamente a su voluntad soberana. Su elección de ciertos pecadores no está basada en un conocimiento previo de una respuesta o acto de obediencia (tales como la fe, el arrepentimiento, etc.) por parte de los pecadores. Al contrario, Dios es el que da la fe y el arrepentimiento a cada persona elegida. Dichas obras son el resultado, no la causa de la elección divina. La elección, por tanto, no está determinada ni condicionada por virtud alguna u obra meritoria prevista por Dios en el hombre. Aquellos a quienes Dios ha elegido en su soberanía son movidos por el Espíritu Santo a aceptar a Cristo. Por tanto, la causa fundamental de la salvación no es la decisión del pecador de aceptar a Cristo, sino la elección del pecador por parte de Dios.


III - Redención particular o expiación limitada

La obra redentora de Cristo tuvo como fin salvar a los elegidos únicamente y, en efecto, aseguró la salvación de éstos. En su muerte Cristo sufrió como sustituto por el pecado de los elegidos en particular. Además de borrar los pecados de éstos, la redención proveyó todo lo necesario para lograr su salvación, inclusive la fe que los une a él. El don de la fe es impartido infaliblemente por el Espíritu a todos por quienes Cristo murió, garantizando la salvación de cada uno de ellos.


IV - Llamamiento eficaz o gracia irresistible

Además del llamamiento general a la salvación hecho a todos los que escuchan el evangelio, el Espíritu Santo hace a los elegidos un llamamiento especial, el cual inevitablemente les conduce a la salvación. El llamamiento general, hecho a todos sin distinción, puede ser, y a menudo es, rechazado; en cambio, el llamamiento especial hecho sólo a los elegidos no puede ser rechazado, sino que siempre resulta en la conversión de éstos.

Mediante este llamamiento el Espíritu atrae irresistiblemente a los pecadores a Cristo, ya que no está limitado por la voluntad del hombre en su obra salvadora ni depende del hombre para lograr su propósito. El Espíritu induce benignamente al pecador elegido a cooperar, a creer, a arrepentirse, y a venir a Cristo espontáneamente y voluntariamente. Por tanto, la gracia de Dios es invencible; siempre redunda en la salvación de aquellos a quienes se le brinda.


V - Perseverancia de los creyentes

Todos los escogidos por Dios, redimidos en Cristo, y a quienes el Espíritu ha impartido fe, son eternamente salvos y perseveran hasta el fin, ya que son preservados en la fe por el poder de Dios, el Todopoderoso.


Según el calvinismo:

La salvación es efectuada por la omnipotencia del Trino Dios. El Padre escogió a un pueblo, el Hijo murió por él, y el Espíritu Santo hace efectiva la muerte de Cristo conduciendo a los elegidos a la fe y al arrepentimiento y a que voluntariamente obedezcan al evangelio. El proceso completo (elección, redención, regeneración) es obra de Dios y es únicamente por gracia. Por tanto, Dios, y no el hombre, determina quienes han de ser los que reciben el don de la salvación.